26 marzo, 2017

La copa, la contaminación del pecado


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Introducción: En la última semana de vida de Jesús, nunca había hablado más de lo que sus propios discípulos podían abarcar, ni con tanta urgencia y palabras tan fervorosas y apasionadas. Allí quedó en evidencia que la batalla era entre Jesús y Satanás, y no entre Jesús y los judíos. En esta guerra, antes de la batalla final, sería tomado prisionero, antes de la victoria final, habría una derrota aparente (la muerte de Cristo no fue una derrota, ¡ojo!), antes del trono, está la copa, antes de la luz brillante del domingo de resurrección, están las tinieblas del viernes.

En la última semana está: La visita final al templo, el postrer sermón, la última cena, la última oración en la medianoche del jueves. Leamos Mateo 26:36-46 y Lucas 22:39-46. En el huerto de Getsemaní, Jesús tomó una decisión: El prefirió ir al infierno por vos, que ir al cielo sin vos.

Cuando uno va a enfrentar una situación difícil, traumática o complicada, siempre necesitás, de algún ser querido cerca que nos brinde su apoyo y ánimo. Posiblemente ante la proximidad de su muerte, Jesús, necesitaba la compañía de sus íntimos. Pedro, Juan y Jacobo, participaron de eventos significativos en la vida del Señor, por ejemplo: la transfiguración (Lucas 9:28-36) y la resurrección de la hija de Jairo (Lucas 8:51).

Es que allí fue a orar, a ese huerto, luego de haber estado en el Aposento Alto donde instituyó la Cena del Señor, donde habló de la traición de Judas y desde donde partió para vender a su Maestro por las treinta monedas. El motivo de su oración está en Lucas 22:42, “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

La Pascua recuerda el momento en que el ángel de la muerte «pasó de largo» las puertas que tenían la señal de sangre del cordero, (Éxodo 12:13). No obstante, Jesucristo le dio un nuevo significado. Es la liberación de la esclavitud del pecado, la limpieza por medio de su sangre en la cruz, y el pacto celebrado entre la nueva comunidad redimida y el Salvador. Siendo Jesucristo el cordero sacrificado, una sola vez y para siempre, y son necesarios otros sacrificios.

Cerca de la medianoche, el pequeño grupo, llegó al huerto de Getsemaní, lugar donde Jesús acostumbraba orar (Lucas 22:39). El término traducido lugar se refiere a una propiedad definida o un lugar encerrado. Getsemaní es “prensa de olivas”. Allí sería la arena de agonía donde se libraría la batalla de los siglos. Jesús entró a este valle de sombra de muerte (Salmos 23:4) con el fin de prepararse a sí mismo y a los discípulos para el suplicio del día siguiente. Biblia Plenitud

A este pasaje debemos acercarnos de rodillas. Del estudio debe pasar a la adoración.

En la misma Jerusalén no hay jardines grandes; es una ciudad situada en una montaña y todos los espacios son valiosos para la construcción. Así que los ciudadanos pudientes tenían sus jardines privados en las laderas del monte de los Olivos. Es conmovedor, el pensar en los amigos anónimos que tuvo Jesús en Sus últimos días. Uno prestó el asno para la Entrada Triunfal; otro prestó el Aposento Alto; y ahora se supone que otro amigo le prestó su huerto para ir a orar. En un desierto de odio, hay un oasis de amor. ¿Qué vemos acá?

a. Acá vemos la agonía de Jesús. Estaba seguro de que la muerte le esperaba. Nadie quiere morir joven, y menos en una cruz. Era su lucha suprema, y el resultado estaba en la balanza. La salvación del mundo estaba en peligro en el huerto de Getsemaní, porque aun entonces, Jesús podría haberse vuelto atrás, y el propósito de Dios se habría frustrado, Jesús sabía que tenía que seguir adelante, y delante le esperaba una cruz. Jesús aprendiendo la lección que todos debemos aprender: Aceptar lo que no podemos comprender. A todos nos suceden cosas que no podemos entender; y Jesús también lo pasó en Getsemaní.

b. Acá vemos la soledad de Jesús. Tomó consigo a sus tres discípulos selectos; pero ellos estaban tan agotados con el drama de los últimos días y horas, que no pudieron mantenerse despiertos. Y Jesús tuvo que pelear Su batalla a solas. Eso es verdad para todos. Hay cosas que una persona tiene que enfrentar, y decisiones que hacer, en una soledad terrible de su alma; y fallan los que podrían ayudar, y los consuelos no están; pero en esa soledad está con nosotros Aquel que en Getsemaní la experimentó y superó.

c. Acá vemos la confianza de Jesús. En Marcos, Jesús empieza Su oración diciendo: “Abba, Padre” (Marcos 14:36). En esta palabra Abba, hay algo oculto al oído occidental. Joaccim Jeremías, en su libro Las palabras de Jesús, escribe: «El uso que hace Jesús de la palabra Abba dirigiéndose a Dios no tiene paralelo en toda la literatura judía”. Abba era la palabra que usaba un niño para dirigirse a su padre, cuya traducción en castellano sería Papá o Papito; era una palabra familiar, cotidiana, que nadie se había atrevido a usar para dirigirse a Dios. Jesús sí. Él hablaba con Su Padre de la manera infantil, confiada e íntima de un hijo pequeño con su padre. Sabemos cómo nos hablan nuestros hijos. Así era como hablaba Jesús con Dios. Aun cuando no Le entendiera totalmente; aun cuando Su única convicción era que Dios Le empujaba hacia la Cruz; Le llamaba Abba, como un hijo pequeño. Aquí tenemos confianza, la que nosotros debemos tener en ese Dios al que Jesús nos, ha enseñado a conocer como nuestro Padre.

d. Acá vemos el coraje de Jesús. «Levantaos, vamos” dijo Jesús”. El que Me traiciona se acerca.» Celso, el filósofo pagano, usó esa frase para demostrar que Jesús intentó huir. Es precisamente lo contrario. Ahora es la hora de la acción. Enfrentémonos con la vida y con los hombres en su aspecto más terrible. Jesús Se levantó de la posición arrodillada para emprender la batalla de la vida. En la oración, una persona se arrodilla delante de Dios para poder estar erguido, de pie ante los hombres y las circunstancias de la vida: En la oración una persona entra en el Cielo para poder enfrentar las batallas de la Tierra. W Barclay
El Señor dejó a ocho discípulos fuera y llevó a Pedro, Juan y Jacobo más adelante, eran el círculo más cercano a Jesús que tuvo el privilegio de estar con él en tres momentos especiales: La transfiguración, cuando sanó a la hija de Jairo y ahora. Cuando se alejaron de los demás, Jesús dejó aflorar sus emociones delante de ellos.

La plena humanidad de Jesús se deja ver en las emociones que manifestó y por el deseo de tener a su lado a los tres amigos más allegados para acompañarlo en su hora de crisis. Entonces comenzó a exteriorizar lo que había llevado en su corazón durante meses: Una profunda tristeza y angustia de alma (v. 37). El verbo angustiarse (v. 37). Lo más probable es que se refiere a una “pena intensa” o “corazón pesado”. Mi alma está muy triste, hasta la muerte (v. 38) describe aún más la intensidad de las emociones que Jesús sentía, un grado que ningún ser humano puede entender cabalmente. Alma aquí se refiere al asiento de los sentimientos y emociones. El alma de Jesús se menciona sólo aquí y en Juan 12:27. El mandato, quedaos aquí y velad conmigo (v. 38), no tenía el propósito de alertarle cuando viniesen los enemigos para que él pudiese escapar, o se escondiera. Jesús deseaba el sostén y compañía que estos discípulos podrían proporcionarle en su angustia.

Jesús elevó tres oraciones al Padre que los tres discípulos oyeron. No fue una vana repetición, ni algo mecánico o rutinario. Más que nunca desnudó su alma ante el Padre, con los 3 discípulos.

Fue una prueba real, una lucha real, una angustia real y una victoria real. Se dirigió a Dios con la confianza de ser su Padre. Marcos registra el nombre en arameo, Abba, y en griego Páter (Marcos 14:36). A pesar de haber “afirmado su rostro” para llegar a Jerusalén (Lucas 9:51), sabiendo que lo iban a matar, en la primera oración parece que Jesús vacila ante la perspectiva de la cruz. Dice: Si ser posible… (v. 39). Es una frase condicional “de primera clase” que da por sentada la realidad de la premisa. A veces esta clase condicional se traduce: Puesto que… Es decir: Puesto que es posible, pase de mí esta copa. Jesús sentía en ese momento que había una posibilidad de no ir a la cruz. Ratifica, sin embargo, su disposición de cumplir el propósito para el cual vino al mundo. En la agonía de este momento, como en la tentación después del bautismo, Jesús se somete a la voluntad del Padre.

Los tres discípulos, al oír el término copa,

¿Qué entendieron por copa los discípulos? Quizá recordaron lo que les había dicho dos días antes (Mateo 20:22 y 26:27). El vaso o copa se usaba como símbolo de una gran alegría o de una gran pena (Salmo 23:5; Jeremías 25:15). Aquí hay una referencia a la muerte de Jesús y, más específicamente, al juicio de Dios sobre el pecado (véase 26.39,42). El bautismo aquí significa ser sumergido en el sufrimiento decidido por Dios.

En la segunda y tercera oración, desaparece toda indicación de vacilación. “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa…” (v. 42) también es una oración condicional “de primera clase” que da por sentada la realidad de la premisa. Se puede traducir así: Puesto o ya que no puede pasar de mí esta copa… Jesús pone en práctica lo que había enseñado a decir a sus discípulos en la “oración modelo”: Venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (Mateo 6:10). La lucha ha pasado, la indecisión ha sido resuelta, la victoria lograda. Treinta y tres años de perfecta obediencia a la voluntad del Padre culminan en el acto supremo de obediencia. Faltaba sólo que se realizara el sufrimiento de los clavos y la humillación pública.

¡Cuánta desilusión y dolor habrá pasado Jesús esa noche! Anunció que Judas lo iba a entregar. Hubo controversia entre los discípulos en el aposento alto sobre quién sería el mayor. Jesús anunció la negación de Pedro; y ahora en el huerto, los discípulos se duermen a pesar de que él les había pedido expresamente que lo acompañasen despiertos. Velad conmigo (v. 38) es una súplica más que un mandato. Jesús los necesitaba, ellos le fallaron. La pregunta: ¿Así que no habéis podido velar ni una sola hora conmigo? (v. 40) capta la desilusión de Jesús. No habéis podido… es un verbo que se refiere al poder físico. Les faltó la fuerza física. Puesto que Pedro había afirmado tan categóricamente su lealtad, Jesús se dirigió a él en particular.

Pero había otro lado de la moneda: Ellos necesitaban también velar y orar por su propio bien, para que no entréis en tentación (v. 41). Solo Mateo menciona esta necesidad de parte de los discípulos. El término “tentación”, peirasmós en griego, puede referirse a una “tentación”, o “prueba”, según el contexto. Ellos iban a ser probados duramente el día siguiente. Para enfrentar la tentación que se avecinaba: La de huir o la de negar su relación con El.

Por esto, quizá es mejor entenderlo como “prueba” aquí. ”El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (v. 41). La tensión, o antagonismo entre los dos elementos. ¿Qué significa? Se refieren a la tensión entre el buen propósito de agradar a Dios, por un lado, y, por otro, la debilidad física o falta de voluntad para realizarla. Velad y orad (v. 41) son imperativos en tiempo presente que denotan acción continua. El que vela y ora en forma continua descubre que aun cuando la carne es débil, el espíritu y la voluntad se imponen con fuerza y aseguran la firmeza durante las pruebas y la estabilidad moral ante las tentaciones.

La expresión traducida: Dormid ya, y descansad, se traduciría mejor como: ¿Todavía estáis durmiendo y descansando? (v. 45) puede traducirse como imperativo o indicativo (interrogante). La RVR de 1960 la traduce como imperativo, pero el modo indicativo, con interrogante, es más lógico en este contexto como traduce nuestra versión. He aquí ha llegado la hora… (v. 45) se refiere a la cruz (comparar con: Mi tiempo está cerca Mateo 26:18).

Estos discípulos estaban dormidos. Qué trágico es cuando muchos cristianos actúan como si estuvieran profundamente dormidos cuando llega el momento de entrega y servicio a Cristo. No permita que le encuentre insensible ni sin preparación para el trabajo de Cristo.

La expresión: El Hijo del Hombre es entregado… (v. 45), según el texto griego, puede ser traducido literalmente es entregado, pues ya el proceso había comenzado. Este verbo se usa diez veces en este capítulo y comúnmente en los cuatro Evangelios para referirse al acto de Judas de entregar a Jesús. En manos de pecadores… (v. 45c) es una frase que alude a la parte que los gentiles, es decir los romanos, tendrían en su crucifixión.

En seguida Jesús anuncia la llegada de los enemigos y manda levantarse a los discípulos. Por conocimiento sobrenatural, o por haber visto las antorchas y haber oído el ruido de la multitud, Jesús sabía que estaba cerca el que “estaba entregándole”.
¿Qué habría en esa copa? ¿Cuál es el contenido, que causa temor en Jesús? Tendría que beberla en soledad. ¿Que contenía la copa? Tan solitaria, tan terrorífica, y que causaba gran temor.

¿Sería la muerte física por causa de la cruz lo que causaba el gran temor? Podría ser lógico, porque era el más denigrante y vergonzoso de los castigos del mundo antiguo, ya que los penitentes yacían desnudos a la vista de todos, sufriendo una lenta agonía. Pero otros ya habían muerto en semejante tortura. Leamos Lucas 2:35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones. y algunos versículos del Salmo 22:14-15, que se aplican a David, pero proféticamente hablan de Jesús y la cruz: He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas. 15 Como un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la muerte.
Libros de Cicerón y Celso describen también la cruz y te dejan sin aliento. Se tarda entre tres y siete días en morir sobre la cruz. Ese período permite que se desarrolle la gangrena en las manos y pies que los clavos oxidados han atravesado. Se producen graves migrañas, que parecen partir en dos la cabeza. Las principales articulaciones parecen dislocarse en medio de un dolor lacerante. Se presentan contracturas dolorosas por doquier. El crucificado queda expuesto al frío de la larga noche, y a la insolación sofocadora del día. Los crucificados siempre pendían de la cruz desnudos. Cuando los artistas colocan un lienzo cubriendo la desnudez del crucificado, manifiestan un loable sentimiento de reverencia que sin embargo no se corresponde con la realidad de la cruz. Pues bien, detrás de todo ello, estaba Satanás

¿Se referiría al ataque de Satanás? Leamos Mateo 2:13-23 (Herodes y la muerte de los niños) y Mateo 4 y Lucas 4 (las tentaciones del desierto). Pero Jesús se había enfrentado a este temible y perverso adversario y lo venció todas las veces y tuvo que huir derrotado. O sea, no se podía referir a él, porque ya conocía a este adversario. Juan 16:11 nos dice que ya ha sido juzgado. Juan 12:31 dice: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. Leemos en Juan 10:31-39 cómo el diablo empleó a los judíos para intentar apedrear a Jesús. «Volvieron a tomar piedras para apedrearlo» indica que no era la primera vez del intento, pero una vez más Satanás fracasó. Podemos preguntarnos:
¿Por qué fracasó Satanás? Dos textos nos ayudarán a comprender el porqué del fracaso de Satanás, Juan 7:30, que recoge una de las ocasiones en que Satanás intentó destruir a Jesús mediante seres humanos. «Entonces procuraron prenderlo. Pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora».

Recuerda bien eso, porque Dios es soberano y nadie puede tocarnos hasta que no haya llegado nuestra hora. El segundo texto es Juan 8:20: «Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo. Y nadie lo prendió, porque aún no había llegado su hora». En otras palabras, Dios no permitiría que nadie lo tocara hasta que no hubiese llegado su hora. Esa hora llegó por fin en Getsemaní, en Lucas 22:53, estando Jesús en Getsemaní, los sacerdotes enviaron a los soldados y tomaron cautivo a Jesús como si fuera un criminal. Él les dijo: «Cada día estuve con vosotros en el templo, y no extendisteis la mano contra mí (porque su hora todavía no había llegado). Pero ésta es vuestra hora, en que reinan las tinieblas». Ese reino de «tinieblas» es Satanás. En otras palabras, Dios dijo a su Hijo en Getsemaní: «Hijo mío, voy a retirar de ti mi protección, y a permitir que Satanás te haga lo que nos ha querido hacer desde el principio». Sólo de esa forma podía Dios exponer ante el universo los secretos que escondía el corazón de Satanás. Leamos Hebreos 4:15

¿Sería la traición de Judas y el fracaso de los discípulos quienes le desilusionarían? Veamos Mateo 26:21-25, Lucas 22:23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto, y Juan 13:21-30.

¿Temor a las dificultades graves?

¿Qué había en la copa? La contaminación del pecado estaba en la copa. Hebreos 4:15. Si Jesús calificase para ser el Redentor, debía cargar con nuestro pecado. 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. El llevó toda cosa inmunda, todo pensamiento malvado. Esa copa tenía el pecado destilado de las edades, y dárselo a beber a Jesús era convertirlo en pecado.

Jesús tres veces le pidió al Padre no morir. ¿Qué era lo que él quería? Bueno parafraseando él dijo: Padre, si puedes escoger otro medio de salvación, yo no quiero morir, pero enseguida dijo: Pero que se haga tu voluntad, esta es la clave de la victoria de Cristo, que siendo tentado, nunca pecó; porque no permitió que la tentación se uniese a la voluntad, (Santiago), que dice que una vez que se unió la tentación más la voluntad, entonces da a luz el pecado, no podemos permitir que se conciba el pecado que se una el pecado (Leites)

En Getsemaní, existe una roca, que llamaron la roca de la agonía, aagron, este término se refería, a una competencia de atletismo, una lucha, Jesús estaba luchando, contra Satanás.

Copa de la agonía: Él no estaba hablando de una copa literal, Él usó una metáfora, una ilustración, un símbolo que significa experimentar algo en su totalidad, el ingerir algo en su mismo ser, tal y como usted toma una copa y la pone en sus labios, con esta metáfora reconocemos que lo que Cristo tuvo que tomar en aquella noche tenebrosa, realmente era para aterrorizarse, él tomo todo el pecado de la humanidad, el tragó en su cuerpo todas las enfermedades del mundo.

¿Qué había en esa copa? Algo tan repugnante y terrible que hizo que el Hijo de Dios, se encogiera de horror al verlo, algo tan vil que Jesús tuvo que decir: Padre, si quieres pasa de mí esta copa.

¿Que había en la copa? El pecado de los siglos mi pecado y el tuyo, cada pensamiento sucio, cada acto malvado, cada cosa hiriente, todos los pecados del mundo, ahora, sumale todos los pecados del pasado y todos los pecados del futuro, destílelos y viértalos en esa copa. Ponga allí: La violación, la sodomía, el abuso de niños, las cámaras de gas de Hitler, el asesinato, la blasfemia, la brujería, vierta toda esa inmundicia en esa copa y désela a beber a Jesús para que la beba: Bébela, bebe la amarga escoria, conviértete en pecado. Para que Jesús pudiera redimirnos de nuestro pecado, el pecado tenía que estar sobre el Señor Jesucristo, en 2 Corintios 5:21

No solo llevar el pecado, sino llegar a ser pecado. Y note que yo no dije que él pecó, Él nunca pecó, pero Él se hizo pecado por nosotros, porque él cargó ese pecado en la cruz, puede ser que no entienda que es el pecado, pero Jesús lo sabía muy bien, Jesús presenció cómo el pecado convirtió a ángeles en demonios, y a los hombres en bestias.

Jesús sabía que al tomar esa copa, El sería contado con los pecadores, El cuyo nombre es santo, lo totalmente opuesto al pecado, llegó a ser pecado, la contaminación del pecado estaba en esa copa, con la contaminación de este, también se encuentra:

El castigo que conlleva el pecado, Jesús sabía que el castigo, no de algunos pecados más de todos los pecados, no algunos hombres más de toda la humanidad caería sobre El, un hombre, el Dios hombre cargaría con todo y cuando lo hizo, Dios el Padre tuvo que tratarlo como si Él mismo hubiera cometido todos los pecados de la humanidad. Esta es la razón por la cual la Biblia dice en Romanos 8:32, “El no escatimó ni a su propio hijo”. Jesús iba a recibir la ira de Dios.

Jesucristo, el Hijo eterno quien había estado en el seno del Padre, desde la eternidad, iba ahora a ser separado de Dios, al cargar nuestros pecados en esa cruz, y Él iba a exclamar: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?».

Y la respuesta es: Que Dios el Padre es santo; y sus ojos puros no pueden mirar la iniquidad, por ello tuvo que darle la espalda a Dios el Hijo. El precio que Jesús pagó, solo los condenados en el infierno pueden comenzar a entenderlo, pero ellos únicamente pagan por sus propios pecados. Jesús pagó por todos los pecados, de todos los siglos, y de toda la humanidad.

Si esto no conmueve su corazón, su corazón es que su corazón más duro que una roca. Este es el contenido de esa copa, con razón Jesús dijo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa. Deseo que usted note no solo el contenido de la copa.

El consumo de la copa. Él retrocedió, por lo que contenía, en su humanidad y en su santidad vio la asquerosidad y la inmundicia del pecado, Él dijo: Oh Dios, si hubiese alguna otra manera, y el silencio del cielo dijo: No hay otra manera, por ello en su santa humanidad, Él retrocedió aterrorizado, pero en su divino amor dijo: «Pero no se haga mi voluntad sino la tuya». ¿Lo ve? El pagó el precio. El Hijo de Dios no tuvo que morir, él podía escoger, Jesucristo dijo: “Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo”.

El fue el único hombre que eligió morir, Adán al obedecer a Satanás en el Jardín del Edén dijo: No tu voluntad sino la mía; y arruinó la raza humana, Jesús el último Adán, en otro Jardín dijo: Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya, y redimió la raza humana.

Dios nunca pasará por alto el pecado, Él no puede. Dios es santo y porque él es santo, Él ha jurado que el pecado será castigado, ningún pecado pasa impune, si Dios pasara por alto algún pecado, Dios perdería su santidad, el principal atributo de Dios no es el amor, es la santidad, su infinita, inmaculada y sin medida santidad, por eso, Dios debe castigar el pecado.

La cruz es el método de Dios para castigar el pecado, y a la vez perdonar al pecador, 2 Corintios 5:21. Jesús habló de su agonía, al lugar donde el oró lo llamaron la roca de agonía.

Aagron, era a una competencia de atletismo, de lucha, y Jesús estaba luchando en agonía, Jesús estaba luchando consigo mismo, entre su humanidad santa y su amor divino, y su amor ganó.

Hay una copa que nosotros bebemos cuando celebramos la Cena del Señor, ¿Vos no sentís gozo en la Cena del Señor? Antes del Getsemaní, les dijo: Esta copa es el nuevo pacto en mí sangre que por vosotros se derrama, ahora, Jesús bebió la copa del pecado, para que nosotros podemos beber la copa de la redención. El Evangelio dice: Mi alma está muy triste hasta la muerte, si un ángel no hubiera venido a ministrarle, él hubiera muerto allí mismo Lucas 22:43.

En Getsemaní, Jesús transpiró grandes gotas de sangre (símil) algunas veces Jesús oraba de pie, otras con su rostro hacia el cielo, otras de rodillas, pero en Getsemaní Él estaba con su rostro en la tierra. ¿Puede imaginarse cuál era su apariencia cuando Judas llegó con los soldados? El rostro de Jesús cubierto con sangre y tierra, sangre roja y tierra negra, su corazón está roto, así estaba cuando Judas le dio ese vergonzoso beso, Jesús había dicho: Mi alma está muy triste, la idea tristeza es estar solo, abandonado, antes de que los clavos ya habían degradado su alma. Getsemaní fue la antesala del Calvario, la victoria se la ganó en Getsemaní no solo en el Calvario, el precio fue pagado en el Calvario pero la batalla se la ganó en Getsemaní.

Jesús luchó por mí y yo quiero luchar por Él, Yo soy soldado de la cruz. Sí, yo quiero serlo. ¿Y vos? Al contemplar el tenebroso Getsemaní, le compartiré hay dos cosas que este me relata:

1) Que yo debo odiar el pecado.

2) Que yo debo amar a Jesucristo, y cada uno de nosotros deberíamos amarlo;

La ira de Dios

Muchos prefieren que solo hablemos del amor y la gracia de Dios. Pero separados de la realidad de la ira divina, ni el amor ni la gracia tienen mucho sentido.

Algunos argumentan que la doctrina de la ira rebaja la dignidad de Dios. Para algunos (Dodd) la ira divina es una fuerza impersonal que opera en un universo moral, pero no, es un atributo del carácter de Dios.

Las ideas equivocadas de la ira divina vienen por una mala interpretación. No es perder el autocontrol ni un estallido irracional o caprichoso enojo.

La ira divina es un justo antagonismo hacia todo lo que es impuro. Es la repulsión que surge del carácter mismo de Dios hacia todo lo que violenta la voluntad de Dios.

La ira divina está vinculada al amor divino. La ira de Dios es su amor por la santidad, y la verdad, y la justicia.

La ira sigue hasta hoy. Romanos 1:18, “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”; “Se revela” (tiempo presente). Lo explica Romanos 1:24-32, “la ira de Dios es ahora visible en su abandono de la humanidad a sus maneras elegidas de pecado y todas sus consecuencias”.

La ira divina también se revelará en el futuro, Apc 20:11-12.

Cuando hablamos de la ira divina como una parte de la justicia divina, nuestra principal preocupación es la denominada justicia retributiva de Dios, que es aquella justicia según la cual Dios nos paga a cada uno de nosotros lo que merecemos.

La justicia retributiva es, pues, sinónimo de castigo. Es la reacción de Dios hacia el pecado y el mal. La justicia retributiva NO es algo que Dios pueda elegir ejercer o no ejercer, como sería el caso de la misericordia, el amor, y la gracia. La justicia retributiva, es decir, el castigo por el pecado, es un asunto de deuda pendiente. Es algo que Dios no puede abstenerse de hacer sin violar la rectitud y justicia de su naturaleza y voluntad. Nuestra culpa y nuestros pecados fueron totalmente imputados a nuestro sustituto, Jesús, quien sufrió la justicia retributiva en nuestro lugar.

Un excelente ejemplo de este principio está en el Salmo 103:10.No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.

La justicia retributiva es aquello en la naturaleza de Dios que le obliga a tratar con nosotros según nuestros pecados, y a que nos retribuya de acuerdo con nuestras iniquidades. Pero el Salmo 103:10 nos dice que Dios “no nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades”. Y Salmo 103:12 dice así: Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.

¿Significa esto, entonces, que Dios ha ignorado simplemente las rectas demandas de su naturaleza, o que haya desechado o dejado de lado los dictámenes de la justicia divina? NO!!!!. Mirá Romanos 3:21-26. Todo pecado es castigado, ya sea en la persona pecadora, o en su sustituto. La justicia retributiva de Dios fue satisfecha a nuestro favor, en la persona de Cristo, quien sufrió la medida completa del castigo que demandan la rectitud y la justicia de Dios. Jesús no nos pagará conforme a nuestros pecados, porque El ha recibido esa paga por ellos, al ser castigado en nuestro lugar.

Bibliografía: Sobre la ira son conceptos de Sam Storms, traducido por Juan Manuel López Palacios, apuntes de Adrián Rogers en el Amor que Vale, Biblia Plenitud, Apuntes de H Leites, Comentarios de William Barclay y otros de E sword.

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