19 marzo, 2017

La vida santa es posible


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PARA  INTRODUCIRNOS EN EL TEMA RECORDEMOS

Gálatas 2:20  Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

El Apóstol pablo dice aquí “Con Cristo estoy juntamente crucificado», eso tuvo lugar hace mas de 2000 años, «y ya no vivo yo», ¿cómo vivo entonces? Pablo esta diciendo que estaba crucificado con Cristo, pero aun así vivía. Estimados esto es lo importante. Cristo murió por mí, para que El pueda vivir en mí aquí en la tierra y yo pueda vivir con El allí en el cielo. Nos damos cuenta  lo que esto significa; «ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí». Usted y yo no podemos vivir la vida cristiana por nuestras propias fuerzas, pero Cristo la puede vivir en nosotros.

Y añadió Pablo: «y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios». ¿Qué clase de vida es ésta? Es una vida de fe. Se es salvo por la fe, se vive por la fe, se anda en este mundo por fe. Esto es lo que significa «andar en el Espíritu» o «vivir por el Espíritu».

Y continuó diciendo este versículo 20: «vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». Cristo me amó, pero simplemente por su amor no me podía introducir en el cielo. Se tuvo que entregar por mí. Por eso el regalo de Dios es la vida eterna por medio de Cristo Jesús. Usted y yo hemos recibido  ese don, ese regalo, únicamente por la fe.

¿LA VIDA SANTA ES POSIBLE?

Gálatas 5:16-6:2

16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.

17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,

20 idolatrías, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,

21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,

23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.

26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Capitulo 6

1 Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.

2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.

Uno de los deseos de Dios es que la gente viva apartada del mal; que la gente gobierne su vida de acuerdo a la Palabra de Dios; que la gente viva bajo el temor de Dios que viene como consecuencia de una vida rendida a Cristo. Todo lo anterior son descripciones de la que la Biblia llama «la vida santa».

Cuando una persona le entrega su vida a Jesucristo, el Espíritu Santo, que es la tercera Persona de la Trinidad, viene a morar permanentemente en el cristiano. En el momento de la conversión se realiza el milagro de la regeneración y, a partir de ese momento, comienza la vida cristiana. 

Juan 3:3  Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

La mayoría de los cristianos a partir del momento de la conversión comienzan a experimentar tentaciones más fuertes de las que experimentaban cuando no eran cristianos. En cierta medida esto es natural porque ahora se libra una lucha entre nuestra naturaleza pecaminosa y el Espíritu Santo que Dios nos ha dado para ayudarnos en nuestra debilidad. Nuestra voluntad es ubicada entre los apetitos pecaminosos de la carne y el deseo del Espíritu Santo que anhela nuestra vida sometida a Dios.

Para hacer posible que nuestra vida sea santa, agradable a Dios, el apóstol Pablo nos enseña en este glorioso pasaje los principios fundamentales para ser victoriosos en nuestra vida cristiana.

I. Andemos en el Espíritu (vs 16,17)

16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.

17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

Estas palabras tienen que ver con una vida que es guiada por la Palabra de Dios.

Es un imperativo divino; un imperativo no se discute, sólo se obedece. Los cristianos victoriosos en su vida son aquellos que siempre están dispuestos a obedecer la Palabra de Dios

Andar en el Espíritu es la norma. La vida cristiana no consiste en tener únicamente una gran experiencia impactante y por la cual uno puede alcanzar alturas increíbles. Es un andar diario, constante y enfrentando la rutina de cada día. Diríamos que incluye la monotonía de convivir con las actividades, problemas y decisiones de cada día. Es un asunto de suma importancia el que nosotros aprendamos a andar en el Espíritu.

El tiempo del verbo «andemos» está en lo que se llama «presente continuo». Esto quiere decir que debemos andar en el Espíritu siempre. Debe ser un estilo de vida.

«Andemos» está en plural. Significa que el mandamiento es para todos los cristianos. A veces se tiene la idea de que sólo los líderes o los oficiales de la iglesia tienen que ser consagrados, pero la Biblia dice que todo cristiano está obligado por Dios a tener una vida de sometimiento a la Biblia

«Andar en el Espíritu» es necesario para no satisfacer los deseos pecaminosos de la carne. El ambiente en que tenemos que desenvolvernos como cristianos es pecaminoso y corrupto; tenemos que oír y ver constantemente situaciones ofensivas a Dios y provocativas para nosotros, pero con el poder del Espíritu Santo podemos tener una vida victoriosa de obediencia a Dios.

Si vivimos controlados por el espíritu, no satisfaremos los deseos de nuestra naturaleza humana, muchos de los cuales no son inmorales, pero se refieren a la parte puramente humana como, por ejemplo, el gusto por la música y el arte en general, las obras de las personas bien intencionadas, etc. Hay muchas cosas que en sí mismas no son malas, pero pueden llegar a obsesionarnos y controlar nuestra vida de manera que ocupan el lugar de las cosas espirituales. En última instancia se trata de si somos libres para agradar a Dios y disfrutar de la vida, la familia y los bienes que Él nos da, o si estamos esclavizados a ciertas cosas que nos apartan de los valores espirituales, de la comunicación con Dios, y en el plano humano hasta nos aíslan de la comunicación con los demás, lo cual está mal y nos perjudica gravemente.

Ahora, en el versículo 17,  leemos:

17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

Lo que el apóstol Pablo estaba diciendo aquí era que los malos deseos de la naturaleza humana están en contra de los deseos del Espíritu de Dios. Ante esas tendencias y deseos opuestos, fruto de una enemistad absoluta, el cristiano no puede hacer lo que quiere porque existe una lucha constante.

El cristiano tiene una nueva naturaleza.

A esta conversación que mencionamos recién  donde Nicodemo interroga a Jesús a una nueva pregunta de Nicodemo Jesús completa su respuesta diciendo en Juan 3:6   Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es., en el sentido de que lo que nace del cuerpo, es decir de padres humanos, es humano. Y lo que nace del Espíritu, es espiritual. Es decir, que el cristiano conserva su vieja naturaleza centrada en lo físico y no se librará de ella en esta vida. Sería un error trágico pensarlo y el que así lo crea se llevará grandes decepciones. En su primera carta de Juan  1:1 el apóstol  dijo: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros». Aquí el lenguaje es fuerte y se llama mentiroso a aquel que no reconoce esta realidad personal.

La Biblia nos enfrenta con la realidad de que usted y yo tenemos dos naturalezas; la naturaleza pecaminosa vieja, y la nueva naturaleza espiritual. Cada creyente se enfrenta con las demandas de una vieja y una nueva naturaleza. Ésta es la condición de los creyentes.  DEBEMOS SAVERLO

A veces uno puede escuchar a algunas personas que dicen: «Bien, yo no sé decir si estoy viviendo bajo el control del Espíritu o no». Esto no es así, cada uno de nosotros si hemos experimentado este nuevo nacimiento podemos saberlo, no se engañe a sí mismo en este asunto. Usted puede saber si está viviendo bajo el control del Espíritu, si está andando en el Espíritu, o si está viviendo bajo el control de un vicio, de una tendencia determinada que le inclina a actuar de cierta manera negativa, o bajo impulsos que, una vez superados, le dejan una sensación de tristeza e impotencia por no haberlos podido evitar. 

II.  Seamos guiados por el Espíritu (vs 18-24)

18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,

20 idolatrías, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,

21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,

23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

La palabra «guiados» es la misma acción de un pastor que va delante de su rebaño. Cualquier senda que el pastor tome, por allí caminarán las ovejas de su rebaño. Así como las ovejitas fielmente siguen al pastor, también los cristianos debemos dejarnos guiar por el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo nos libra de la maldición de la ley. (v.18) Nadie es capaz de cumplir la ley de Moisés. Si Dios nos juzgara conforme a los criterios de la ley nadie sería salvo porque todos hemos quebrantado la ley de Moisés. Es decir, el Espíritu nos eleva a un nivel mucho más alto.

El Espíritu Santo nos libra de la maldición de la carne (vs.19-21) Recordemos que cuando el apóstol Pablo menciona la palabra «carne», se está refiriendo a nuestra naturaleza pecaminosa, es decir, la tendencia natural que hay en el hombre de hacer lo opuesto a la voluntad de Dios. El Espíritu Santo nos libra, pues, de TODO LO EXPRESADO EN LOS VERSICULOS QUE LEIMOS

Observemos que el apóstol Pablo en el vers. 21  concluyó esta lista de obras de la naturaleza pecaminosa con la frase y cosas semejantes a éstas, que indican que él pudo haber mencionado pero no lo hizo.

Y entonces aclaró que los que practican tales cosas, y eso quiere decir, que las practican de manera habitual y continuó diciendo no heredarán el reino de Dios. Es decir que si alguien  continúa (permanece)  viviendo en una situación de pecado, se encuentra en una posición peligrosa. Porque ello significa que no es un hijo de Dios. Ningún hijo de Dios podría resistir el vivir en el pecado; tarde o temprano tendría que salir de esa situación.

Estimados, no hay fuerza humana que pueda doblegar ni quebrar definitivamente el dominio y el control de esa vieja naturaleza contaminada por el pecado. Los métodos humanos y los consejos de personas bien intencionadas sólo podrán producir un alivio, una sensación momentánea de una aparente liberación. Al ser humano sólo le queda una esperanza y ésta se encuentra en Dios. Si esa persona ya tiene una relación con Dios, puede acercarse a su Padre celestial y someterse a Él, consciente de su debilidad e impotencia, para librarse de fuerzas tan influyentes y que le restaure a una vida que agrade a Dios, disfrutando por el poder del Espíritu de la libertad con que Cristo nos hizo libres.

Ahora, habiendo presentado la lista de las obras de la naturaleza humana pecaminosa, Pablo hablaría del fruto del Espíritu. Observemos el contraste: obras de la naturaleza humana pecaminosa y el fruto del Espíritu. Los Diez Mandamientos fueron dados en su momento para controlar esa vieja naturaleza. Pero después, la vida cristiana consistiría en producir el fruto del Espíritu. Los versículos 22 y 23dicen 22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

El Espíritu Santo nos provee un carácter santo (vs.22,23)

Este carácter santo produce en nosotros: amor, gozo, paz. Esto nos da satisfacción personal porque afecta nuestras emociones, nuestro temperamento, nuestra personalidad.

Este carácter santo nos da una nueva relación con nuestros semejantes

Este carácter santo nos produce una adecuada relación con Dios porque en nuestros corazones hay fe, mansedumbre, templanza.

El Espíritu Santo nos confirma que somos de Cristo. Romanos 8:16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

El Señor Jesucristo habló sobre el fruto del Espíritu en Juan 15. Dijo que sin Él, no podíamos hacer nada. Y el fruto es lo que Él quiere en nuestras vidas. En Mateo 13, el Señor habló de que la semilla dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. Por eso Él quiere que demos mucho fruto. Ahora, el fruto es producido por el Señor Jesús por medio del  Espíritu de Dios en nuestras vidas. Él quiere vivir Su vida a través de nosotros. Por tal motivo insisto en que nunca se nos pide que vivamos la vida cristiana, se nos pide que permitamos que Él la viva a través nuestro. Ningún creyente puede vivir la vida cristiana por sí mismo. La vieja naturaleza pecaminosa no puede producir el fruto del Espíritu.

Pablo aclaró lo aclaró en Romanos 7:18 Dijo en ese pasaje: Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. .  Ése es el problema que tenemos. ¿Y cómo solucionarlo? Ésta no es una operación que uno pueda hacer por sí mismo.

El tema de la producción de fruto es interesante. El fruto es producido por el árbol mismo y no por el esfuerzo personal. Las ramas se limitan a abrirse al sol y a la lluvia pero siguen unidas al tronco. En el  proceso  primero aparece una flor, luego formas del fruto que   va creciendo hasta madurar.

Este detalle que mencionamos parece obvio, pero es digno de destacar, las ramas nunca se separan del tronco del árbol. El Señor dijo en Juan 15:4, «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí Si queremos producir fruto, debemos permanecer unidos a Él.

No hay nadie que pueda producir frutos por  su propio esfuerzo. Sería como esforzarse para ser humilde y creer que uno lo ha logrado, cuando en realidad se pondría tan satisfecho de haber alcanzado la humildad, que la perdería por completo. Digamos que la lista de obras de la naturaleza humana expresaba lo que las personas pueden hacer y todo lo que pueden lograr. Y la lista del fruto del Espíritu incluye todo lo que Dios por Su Espíritu puede alcanzar en aquellos que han sido rescatados del dominio del mal.

El amor es un fruto del Espíritu y Dios dará este amor a un marido para su esposa, y a una mujer para su marido. Creo que nadie puede amar como dos cristianos que se amen.

El gozo, la alegría, es un fruto que Dios quiere que usted tenga en su vida. Él vino para que nosotros disfrutáramos de auténtica alegría. El sistema del mundo no puede producir esa verdadera alegría. Sólo puede entretener y aturdir exteriormente, momentáneamente, pero no implantarlo de manera duradera en la vida de las personas.

El tercer fruto es paz, la paz de Dios. La religión nunca puede darle esa paz. Sólo Cristo puede darle esa paz profunda en su interior. Dijo el apóstol Pablo en Romanos 5:1: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;».

Pero hay otros frutos. ¿Es usted paciente? ¿Tiene la capacidad para soportar algo sin alterarse? Sólo el Espíritu de Dios puede suplir la falta de este fruto. Es imposible lograrlo por medios propios.

Después está el fruto de la benignidad, que implica amabilidad. También se menciona a la bondad. O sea que significa ser amable, pero firme.

Esta lista termina con la fidelidad. Si usted es un hijo Dios, entonces será fiel. Finalmente está el dominio propio, el equilibrio cristiano es muy necesario en la actualidad.

Continuemos leyendo ahora el versículo 24 de Gálatas 5:

«Pero los que son de Cristo han crucificado la naturaleza pecaminosa con sus pasiones y deseos».

¿Cuándo fue crucificada la naturaleza pecaminosa? En el momento en que Cristo fue crucificado.

Recordemos lo que dice Gálatas 2:20: «Con Cristo estoy juntamente crucificado….”,  En todos estos pasajes la idea principal es que cuando Cristo fue crucificado, el creyente fue crucificado al mismo tiempo. El creyente ha sido entonces unido al Cristo vivo, y la victoria no se obtiene luchando, sino rindiéndose a Cristo.

III. Vivamos por el Espíritu (vs 5:25-6:2)

25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.

26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Capitulo 6

1 Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.

2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.

«Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu».

En este versículo la palabra andemos del verbo  “andar» es una palabra griega diferente: se trata de lo básico y elemental, y significa «avanzar o dar un paso en orden».  Así como aprendimos a andar físicamente por el método de probar y cometer errores, tenemos que comenzar a andar en el Espíritu. Es un proceso de aprendizaje.

Permítanos ilustrar esto con un ejemplo bastante sencillo. ¿Qué es el caminar? Bueno, es el poner un pie delante del otro. Esto quiere decir entonces, el aprender a andar. Ahora, ¿Cómo aprendió a caminar usted? ¿Fue a algún colegio o a alguna institución especial donde dictaban un curso para aprender a caminar? Cuando uno tiene un bebé, no le ofrece demostraciones prácticas sobre el caminar para que las observe e imite posteriormente. Así uno no aprende a caminar. Uno aprende experimentando, probando, cayéndose.

De la misma manera tenemos que aprender a andar en el Espíritu. Por medio de ensayos, pruebas, aciertos y fracasos. Es que uno tiene que aprender a andar en el Espíritu, lo cual quiere decir que tiene que comenzar, lanzarse de una vez. Quizás usted esté pensando que podría caerse. Pues tengo noticias para usted. Usted se va a caer. Y le va a doler. No sabemos cuántas veces llegará a caerse. Muchos de nosotros aún estamos cayéndonos. Pero será la forma en que usted va a andar en el Espíritu, y es la única manera de hacerlo. Estimados, necesitamos dar los primeros pasos y comenzar a apoyarnos en el Espíritu de Dios. Ríndase usted a Él. Recuerde que es un acto de la voluntad.

Debemos decir cada día: «Señor, yo no puedo vivir hoy de una forma que te agrade, y quiero que tú lo hagas a través mío».

Luego,   el versículo 26, dice:

26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

La frase irritándonos unos a otros se refiere a provocarnos unos a otros. No debemos provocarnos, ni sembrar rivalidades, ni envidiarnos unos a otros. Debemos vivir controlados por el Espíritu. La vida cristiana no consiste en subir rápidamente como en un globo, por medio de una fuerte y abrumadora experiencia de elevarse vertiginosamente a las alturas, más allá de las nubes. Es más bien un andar diario, se trata de ir colocando un pie delante del otro, paso a paso, con una actitud de dependencia total del Espíritu Santo.

Para eso,  es indispensable tener una relación con Dios, hay que ser un hijo de Dios. No se le puede pedir algo a Dios estando separado de Él.

Luego el versículo 1 del capítulo seis dice:«Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado».

Muy bien, entonces, escuche lo que aquí dice Pablo: Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta. Ahora, ¿a quién se refiere este alguno? Bueno, es un término genérico e incluye a cualquier persona que sea creyente. Cuando dice falta  significar «tropezar». No se refiere necesariamente a un pecado grave sino a un error más o menos importante.

Ahora, ¿cómo se debe actuar con una persona que haya sido sorprendida en alguna falta? Bueno, aquellos que son espirituales, (y hay muchos que piensan que lo son, por supuesto), interpretan esta declaración como que tienen que limitarse a juzgar y castigar a esa persona. Siempre existe el peligro de no querer restaurar al afectado y que se prefiera condenarle y criticarle. Sin embargo, el creyente no pierde su salvación cuando ha pecado. Si un creyente es descubierto habiendo cometido o cometiendo una falta, el creyente espiritual, es decir, el creyente que busca ser controlado por el Espíritu, debe restaurarle con una actitud de mansedumbre. Y cabe destacar también que la mansedumbre forma parte del fruto del Espíritu Santo.

Ahora aquí aconseja restaurar al que se ha equivocado. La palabra usada para restauradle es un verbo que quiere decir, «arreglar, componer un hueso fracturado». Si alguien se cae y se quiebra una pierna, ¿qué es lo que hace usted entonces? No se va y lo deja abandonado allí. No. Pablo dijo: «Vosotros que sois espirituales, arreglad ese hueso roto, haciendo todo lo posible para que esa persona se pueda levantar nuevamente y continuar caminando». Es decir, que con humildad, hay que ayudarle a corregirse.

Pablo dijo: Vosotros que sois espirituales, restauradle. Y ¿cómo lo hace uno? Con el fruto del Espíritu: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, y ahora, escuche usted: MANSEDUMBRE. Ésa es la palabra.

Se le debe restaurar con espíritu de mansedumbre. ¿Y por qué? Considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. No piense usted que es inmune a aquello mismo que está señalando con el dedo y por lo cual está reprochando y culpando a un hermano por haberse equivocado. Usted podría haber cometido el mismo error. Así que la actitud recomendada es restaurar al caído con amor y mansedumbre.

Llegamos ahora al versículo 2 de este capítulo 6, de la epístola a los Gálatas.

«Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo».

Y quisiéramos que usted lo observe con atención porque es un versículo muy importante. En la Biblia hay varias palabras para traducir la palabra «cargas». Esto quiere decir que hay varias clases de cargas. Hay algunas cargas que se pueden compartir, y otras que uno mismo debe llevar y no puede compartirlas con nadie más. Así que la respuesta a esa aparente contradicción es sencilla y satisfactoria.

El versículo 2, el que ya hemos leído, puede traducirse así: «continuad llevando mutuamente las cargas de cada uno» La palabra griega para carga es «baros», que significa «algo pesado». Alguien ha dicho que una carga equivale sólo a media carga cuando la están llevando entre dos.

Ahora, la palabra griega para carga «baros» (que hemos mencionado antes) incluye el significado de «falta», en la frase: Si alguno fuere sorprendido en alguna falta. Ésta es su carga. Usted puede ayudar a esa persona a llevar la carga. Puede tratarse de una enfermedad, una debilidad, una ignorancia, una presión, una tensión o cierto dolor de una aflicción. Todos tienen un fallo, un defecto, que constituye un peso, una carga.

Hay otra carga que usted y yo podemos compartir: me refiero a las tensiones de nuestro tiempo. El tomar algo que nos relaje no resolverá nuestros problemas. Estamos viviendo en tiempos en los que experimentamos tensiones o presiones que la familia humana jamás había experimentado. Recibimos nueva información a gran velocidad, tenemos que tomar decisiones rápidas, casi sin tiempo para reflexionar en ellas. Por otra parte, nuestra actividad, bajo la presión del tiempo, debe realizarse más rápidamente, para acomodarse al rumbo veloz de los acontecimientos. Todo este proceso produce un gran desgaste físico y emocional que a veces produce cansancio físico y mental, hasta llegar a un estado de saturación. Ésta es, pues, una carga pesada que necesitamos compartir los unos con los otros.

Hay un tercer tipo de cargas que usted y yo podemos compartir. Es la carga conocida como la aflicción. El peso de una tragedia, la carga del dolor, la tristeza, la desilusión, la depresión, que son inevitables en la experiencia humana. Cuando nos encontramos en esa condición, necesitamos a nuestro lado a un amigo, alguien que esté a nuestro lado. Hemos criticado a los amigos de Job por haberle sometido a una verdadera maratón de conversaciones y razonamientos inculpatorios, pero en realidad antes de aconsejarle, pasaron siete días acompañándole, sin atreverse a decirle nada y afligiéndose con él.

Conclusión:

Una vida de obediencia a Dios, de constante lectura y obediencia de la Palabra de Dios, nos dará una vida victoriosa por la dependencia del Espíritu Santo.

Andemos por el espíritu

Seamos guiados por el espíritu

Vivamos por el espíritu

Porque de esta manera

LA VIDA SANTA ES POSIBLE

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