29 marzo, 2020

Sansón: una vida de fracasos y redención final


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INTRODUCCION:

En medio de la crisis por el coronavirus y la cuarentena que estamos atravesando, se genera una tensión entre lo extraordinario de la situación (que nos afecta en todo sentido), y por otro lado entender que la vida continua, que hay necesidades que seguir supliendo.

Nuestra atención, inevitablemente, está enfocada en la crisis. Pero a la vez tenemos que seguir adelante, como podemos… (tenemos hijos a quienes atender, padres grandes a quienes cuidar, negocios que tienen que producir, responsabilidades que cumplir, deudas que pagar), y también sabemos (o por lo menos eso esperamos) que en algún momento esto finalizará.

Es así que no podemos estar ajenos a lo que está pasando en el mundo, y en nuestra propia realidad cotidiana, pero tampoco sería prudente descuidar todo lo demás.

En este tiempo pareciera que todo lo demás se ha detenido o desapareció: prácticamente no se habla del dólar, de la inflación, de la inseguridad, de otras enfermedades, de la violencia, y tantas cosas que han quedado relegadas, como si no existieran (aunque sabemos que existen, están ahí, pero eclipsadas por esta pandemia).

Tampoco podemos ser ignorantes del rol que ocupan los medios de información (o desinformación), que son formadores (o deformadores) de opinión. Salvo contadas excepciones, la mayoría de los medios pareciera que están esperando que sea mayor el caos, que se superen día a día la cantidad de muertos e infectados. Todo lo cual siembra temor, incertidumbre, preocupación. Por supuesto que esto no significa minimizar el drama que se está viviendo en muchos países. Simplemente poder ser conscientes también del poder que tiene la abrumadora información en nuestra lectura de la realidad, en nuestro estado de ánimo, e incluso en nuestra vida espiritual.

Así que en esta tensión entre la realidad que estamos viviendo y el resto de la vida que continúa, nuestra vida como iglesia no queda exenta. Lo que mejor podemos hacer es pedir sabiduría a Dios para ser guiados con equilibrio entre nuestro compromiso con la realidad y la responsabilidad de no desatender las demás áreas que hacen a nuestro ser.

Es por eso que, siendo prudentes y sensibles a esta realidad, queremos continuar hoy, y finalizar, con la historia de Sansón que comenzó el domingo pasado el pastor Carlos. Y buscar aplicar la Palabra de Dios a nuestra vida en este contexto actual.

Estas son historias de vida que han quedado plasmadas en el relato bíblico para enseñarnos realidades y circunstancias que se repiten en el ser humano, más allá del contexto, y que nos interpelan hoy con nuestra propia realidad.

HISTORIA DE SANSÓN:

La vida de Sansón fue una vida de fracasos, y de decadencia espiritual. Sansón fracasó en lo personal, en lo que se esperaba de él, aunque los planes de Dios no fracasaron. Esto nos deja una lección: Dios cumple sus propósitos a pesar de nosotros.

Pero por otro lado, la historia de Sansón también es una historia de esperanza en la tragedia: a pesar de los fracasos, a pesar de la rebeldía, cuando volvemos a Dios en arrepentimiento y le buscamos de corazón, Dios nos da la posibilidad de cumplir sus propósitos y redime nuestra vida.

Recordemos rápidamente la historia de Sansón:

– Período de los “jueces” (caudillos que Dios levantaba para salvar a su pueblo de Israel de la opresión de los enemigos, volvían al Señor, andaban bien por un tiempo, y luego el ciclo se volvía a repetir).
– Desde la toma de la tierra prometida hasta que Samuel (el último juez y también profeta) unge a Saúl y comienza la monarquía).
– Sansón: uno de estos jueces o caudillos que juzgó Israel por 20 años.
– JUECES 13: Nacimiento. Manoa y su esposa estéril, se le parece Ángel del Señor, comunica embarazo y características que debería seguir el niño (voto nazareo: apartado para servir al Señor, no cortar cabello, no vino, no tocar muertos; Nm 6)
– Interesante: v. 5 “el comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos”; v. 25 “el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en él en los campamentos de Dan” (PROCESO)
– JUECES 14: Comienzo del derrotero y fracasos de Sansón. Se compromete con mujer filistea de Timnat. Insistió a sus padres tomar como mujer a esta extranjera, que era justamente del pueblo enemigo contra el cual Dios lo había levantado. Mata león con las manos, panal de miel dentro del cadáver, adivinanza, traición de la mujer, ira y asesinato de 30 personas para cumplir promesa de los vestidos.
– JUECES 15: traición del suegro, entregó la mujer a otro hombre; venganza con 300 zorras que queman sembrados; en represalia filisteos queman a la mujer y su padre; nueva venganza y matanza de Sansón contra los filisteos; estos buscan nueva venganza y acechan a Judá; Sansón se esconde; los israelitas lo entregan; pero el Espíritu de Jehová vino sobre él y los mató con una quijada de asno; casi muere de sed, Dios abre una cuenca de agua y recupera su fuerza. Juzgó Israel por 20 años.
– JUECES 16: el ocaso de su vida. Sansón y la prostituta de Gaza, lo acechan y logra escapar quitando las puertas de la ciudad y cargándolas varios kilómetros; se enamora de DALILA, quien lo engaña y luego de varios intentos frustrados logra sacarle el secreto de su fuerza (le descubrió su corazón); le cortan el cabello, Jehová se aparta de él, lo toman prisionero, le quitan los ojos y lo esclavizan en Gaza moliendo trigo. Comienza a crecerle el cabello nuevamente; fiesta pagana en la que llevan a Sansón para burlarse; v. 28 Sansón clama a Dios por misericordia (oración de arrepentimiento y confianza en Dios), y pide fortaleza por última vez; cumple finalmente su propósito a costa de su propia vida.

Si tuviéramos que resumir lo que afectó a Sansón fue que la carne prevaleció sobre el espíritu.

A pesar del milagro de su nacimiento, del llamado especial de Dios para su vida, de los cuidados con los que fue criado por sus padres, lo que dominó su vida fue su naturaleza pecaminosa.

TENSION CARNE – ESPIRITU:

El Apóstol Pablo describe en varias ocasiones en el nuevo testamento la tensión, la lucha que existe entre la “carne” y el “espíritu”, entre el viejo hombre y el nuevo, entre el hombre interior y el exterior (Romanos 7, 1 Corintios 3, Gálatas 5, Efesios 2).

Por ejemplo en Romanos 7:15-25 lo expresa de una manera muy humana. Dice: 15 No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. 16 Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; 17 pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo, sino el pecado que habita en mí. 18 Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa (en mi carne dice otra versión), nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. 19 De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20 Y, si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí. 21 Así que descubro esta ley: que, cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. 22 Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; 23 pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. 24 ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? 25 ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!

El término “carne” se usa para referirse a la naturaleza humana que tiende a rebelarse contra Dios, es decir la parte que busca satisfacer los deseos de la carne; son aquellos “residuos del viejo hombre” que quedan en el creyente hasta el momento que recibamos un cuerpo glorificado.

Y aunque el viejo hombre está muerto (como dice Gálatas 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”), el pecado mantiene un pie sobre nuestra carne temporal, hasta que seamos redimidos completamente. El envase sigue corrompido, y encuentra terreno sobre el que trabajar. Esa parte de nuestro ser, esos resabios de la vieja naturaleza, es la que lucha contra el espíritu.

OBRA DEL ESPIRITU SANTO:

Por eso la Palabra de Dios nos anima a confiar en la obra del Espíritu Santo, a quien Dios nos ha dejado para acompañarnos en nuestro peregrinar; para que trabaje por nosotros, con nosotros y en nosotros.

La Biblia dice que el Espíritu Santo “convence al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio” (Juan 16:7-11), y esa convicción lleva a la salvación.

Dice que el Espíritu Santo hace su morada en nuestros corazones para siempre, sellándonos y dándonos la seguridad de salvación (“mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros” Ro 8:9; 1 Co 6:19, 20; 12:13).

Dice que el Espíritu Santo nos revela la verdad, para comprender e interpretar la Palabra de Dios (“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” Jn 16:13).

Dice que es el guía fundamental, que va delante de nosotros, mostrando el camino, removiendo obstáculos, abriendo el entendimiento y haciendo todas las cosas claras y evidentes. Nos conduce por el camino que debemos andar.

Dice que el Espíritu Santo nos concede dones (1 Co 12) para que podamos funcionar como el cuerpo de Cristo en el mundo.

También dice que el Espíritu Santo produce su fruto en nuestras vidas (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, Gál 5:22-23).

Solo así, con la plenitud y llenura del Espíritu Santo, que obra en todo nuestro ser, podrá ir menguando esa tensión con esa parte que debe ser doblegada en nosotros.

DE QUÉ ALIMENTAMOS NUESTRA VIDA:

Si bien la historia de Sansón se desarrolla en otro tiempo del trato de Dios con la humanidad (en el tiempo de la ley), vemos que el problema en el ser humano es el mismo: el ego, el orgullo, la altivez, el olvidarnos de Dios, produce las mismas consecuencias.

Sansón pudo haber sido un líder extraordinario, de hecho tenía el favor de Dios desde antes de nacer. Sin embargo su ego, su ser interior, sus debildiades personales, reemplazaron los propósitos de Dios para su vida y limitaron todo el potencial que tenía. Él no alimentó su vida con la presencia de Dios, sino con cosas que lo alejaron de sus propósitos.

Como cristianos muchas veces perdemos la pasión por el Señor y sus caminos, que vamos reemplazando por otras cosas que alimentan nuestro interior.

Por eso es propicio preguntarnos: ¿A qué cosas le damos lugar? ¿Qué pensamientos llenan nuestra mente y corazón? ¿Cuáles son nuestras aspiraciones en la vida? ¿Qué es lo que consume nuestro tiempo, nuestra energía, nuestros recursos?

Cuando alimentamos nuestro espíritu con la Palabra fresca de Dios; cuando alimentamos nuestro espíritu con la oración profunda que nos acerca a su presencia; cuando alimentamos nuestro espíritu con la comunión sana con hermanos en Cristo; su presencia se manifiesta con poder en nuestra vida, y los resabios del viejo hombre son doblegados en Cristo.

En la medida que alimentemos nuestro espíritu con el Espíritu de Dios, en la medida que le demos lugar llenando todos los rincones de nuestro ser, y permitamos que haga su obra en nosotros, más experimentaremos su gracia y podremos cosechar victorias en Cristo sobre el pecado y alinearnos con los propósitos que Dios tiene para nosotros.
ESPERANZA EN LA TRAGEDIA Y REDENCIÓN:

También decía al comienzo que esta historia de Sansón es una historia de esperanza en la tragedia, porque al final de su vida (una vida licenciosa, desordenada, entregada al egoísmo y los propios caminos, que terminaron generando una coleccción de fracasos y desilusiones), de alguna manera Dios redime su vida y puede cumplir los propósitos por los cuales había sido escogido.

En el capítulo 16 vemos que ya en el ocaso de su existencia, habiendo perdido su fama y vigor, su poder, su seguridad en lo que poseía, apenas era un esclavo ciego, objeto de todas las burlas de un país que se jactaba de su fracaso, Sansón vuelve su corazón a Dios y clama por misericordia: “Acuérdate ahora de mi, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos…” 16:28, “y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella” v. 30. Así cumplió Dios sus propósitos a pesar de Sansón.

Más allá de las escenas de violencia, traición y venganza que acompañan toda la historia de este juez de Israel, la Biblia habla de él en Hebreos 11:32 como uno de los héroes de la fe. Indudablemente Dios vio atributos en Sansón difíciles de ver para ojos humanos. De alguna manera, su vida nos confronta con la realidad del ser humano.

Y al igual que Sansón, en algún momento de nuestras vidas podemos sentir que hemos fracasado, que las cosas se nos fueron de las manos, que hemos fallado y estamos lejos de los planes de Dios.

Sin embargo el amor de Dios en Cristo nos redime! Nos da la posibilidad de enmendar nuestros pasos, aún con las consecuencias que nuestros errores puedan habernos ocasionado (todos llevamos marcas del pecado, y Sansón pagó con su propia vida). Porque Dios es un Dios de misericordia, su gracia es incomparable, su perdón no tiene condición más que el arrepentimiento. Y el Señor redime nuestra vida.

Una de las preguntas que muchos se están haciendo en este tiempo, luego de que pase la crisis del coronavirus, es qué va a suceder con el mundo, cuáles van a ser las consecuencias en la economía, en las costumbres sociales, etc.

Pero como cristianos también debemos preguntarnos, y quizás orar, para ver de qué manera esta situación puede ser algo más que una anécdota que quede en el recuerdo, sino una oportunidad para acercarnos más a Dios y a lo que verdaderamente importa; que el Señor nos haga mejores discípulos suyos; que podamos comprender más claramente sus propósitos supremos, y poder dejar de lado tantas cosas que hemos puesto en la mochila de la vida y ahora nos damos cuenta que quizás no tienen valor eterno. Poder ser renovados, con nuestras prioridades y objetivos alineados con los suyos.
Salmo 86:11-13 “enséñame oh Dios tus caminos…” / Ga 5:16-18, 22-25 “vivan según el Espíritu…”
Dios permita que este tiempo de confinamiento obligatorio sea un tiempo propicio para meditar quiénes somos en Cristo, para alimentar nuestro espíritu del Señor y hacer los ajustes necesarios que nos reenfoque en lo que verdaderamente importa: vivir en Cristo y extender sus buenas noticias salvación a todo el mundo.

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